Varios años
después de su muerte, Tess Galagher, su viuda, encuentra y publica una serie de
relatos bajo el titulo Si me necesitas, llámame, de Raymond
Carver (Clatskanie, Oregón, 1938 – Port Angeles, Washington, 1988). Una serie
de cinco relatos perturbadores, como lo son todos los de Carver, donde parece
que nunca ocurre nada, pero donde, por el contrario, se encuentra esa
literatura casi subterránea, inmisericorde con el ser humano, insensible a
veces y corrosiva siempre. En los relatos de Carver, como en una expiación de
su propia vida, hay alcohólicos, hombres que se alejan para empezar de cero,
nuevas esperanzas no siempre adivinadas, y una continua espera del porvenir.
Mucho se ha
dicho y escrito sobre Raymod Carver pero, a la postre, lo que nos interesa es
su legado literario, ese escueto resumen de vidas que es su escritura, esa casi
monotonía de sus relatos que nos asalta desde los desencuentros, desde la
reconstrucción pasiva de unos personajes a los que trata como tal vez se trató
él mismo.
Tal igual que el
alcohol, que inunda su obra de tragos anochecidos y en apariencia
reconstituyentes, otra constante recorre estos relatos: la madera,
probablemente como transposición del padre alcohólico que trabajó en un
aserradero.
Fantasmas,
perdedores, alcohol y habitaciones impertinentes componen su universo creativo
con esa luminosidad de lo mínimo que Carver crea desde la inmisericordia de una
agilidad escritora sin consideraciones a lo innecesario. Pero no caigamos en la
trampa. Debajo de esa lúcida sencillez, tras ese poso melancólico y triste,
Raymond Carver crea siempre algo apasionante, estéticamente bello y poético,
con una mansedumbre que es a veces el reflejo de esa escritura intensa y
completa que trasciende al papel donde
está, como en espejo, reflejada.
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