Esta también
podría ser la gran novela americana. Y no sólo por sus casi setecientas
páginas, sino por ese gusto tan americano por las grandes sagas familiares
(probablemente fruto de su analfabetismo cronológico). Ya sorprendió su autor,
Jefferey Eugenides (Detroit, 1960), son su primera novela, Las vírgenes
suicidas. En el 2002, con el espaldarazo del Premio Pulitzer, escribió Middlesex,
una novela potente desde el principio, ambiciosa, con cierto tono épico.
Señoras y
señores, esta es la historia de la familia Stephanides. Así podría haber
empezado, sin temor a engaño. Desde que la abuela del (o la) protagonista,
Desdémona Stephanides, decide casarse con su hermano y huir a América, un
resorte largamente oculto parece ponerse en marcha. Calliope es protagonista y
narradora de la obra. Primero como la chica desgarbada y sin formas que vive
una extraña convulsión interna en ese tiempo en que la pubertad y el deseo
sexual van abriéndose camino. Luego, Calliope es Cal, un agregado cultural en
Berlín. Entre una cosa y la otra, transcurre esta historia hermosa,
inspiradora, elegiaca, una historia que pone de manifiesto el alto vuelo
literario de su autor.
Jeffrey
Eugenides demuestra que sabe manejar los tiempos de la narración, ya que la
primera página nos desvela el secreto de Calliope – Cal, a saber, que nació
siendo niña y luego se fue haciendo hombre. El tener este dato (fundamental e
imprescindible) en nuestras manos, no quita un ápice de interés a la novela, ya
que es precisamente el tránsito entre sexos lo que forma el cuerpo narrativo. Y
ese cuerpo, la intrahistoria familiar, es lo que realmente subyuga. Por todo
esto creo que no es exagerado decir que Jeffrey Eugenides está entre los
mejores autores americanos de la actualidad.
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