A Javier Cánaves (Palma, 1973), me lo recomendó un amigo. De su mano leí Al sur de todo mapa, Al fin has conseguido que odie el blues y El peso de los puentes, tres muestras de su altura poética y su buen andar por la literatura. Ahora, por la senda de sus versos, me he adentrado en Los Artistas, su nueva novela, donde juega, desde el principio, con la confusión entre realidad y ficción. Es un acierto, que ahonda en ese territorio de la biografía y de una imaginación proverbial, haber escrito el texto en segunda persona, desligándose de una historia que podría, y sólo podría, ser la suya, aunque sepamos, quienes lo hemos leído, que no es así. Explora Cánaves los deseos, la insatisfacción de la existencia misma, y un punto de autodestrucción que Julio Cantallops (J.C., otro juego literario) va poniendo de manifiesto en cada línea del texto. Todo parecido con la realidad es un experimento con la biografía con el objetivo final de crear literatura, como dice el propio autor.
De la íntima distancia que Cánaves toma con la narración, nace pasajes de bella poesía, de reflexión interior sobre la condición humana, y esa sensación de fulgurante deterioro que lleva al protagonista a mentirse continuamente sobre sí mismo, con el miedo a la verdad siempre sobrevolando el tiempo, que es instantaneidad y es también promesa de futuro, ya sea cierto o incierto. Se alimenta la novela de retazos del diario personal de Julio Cantallops, de artículos escritos en la desesperación, y de destellos reveladores que otros hacen sobre su personalidad, y que se van intercalando como apuntes sincrónicos de su vida. El resultado es un relato inquietante, que pregunta más que responde, ya que él, Julio Canallops, tiene cada vez menos cosas que decirse.
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